Breves Cuentos e historias Zen para reflexionar
Nota:
Estos cuentos e historias no son de mi autoría, solo los comparto con ustedes porque debido a su brevedad y contenido, tienen el gran efecto positivo y ayudan mucho a la reflexionar, estimulando el auto-analisis sin tener necesariamente que depender de una explicación sobre la moraleja del mismo.
Estos cuentos e historias no son de mi autoría, solo los comparto con ustedes porque debido a su brevedad y contenido, tienen el gran efecto positivo y ayudan mucho a la reflexionar, estimulando el auto-analisis sin tener necesariamente que depender de una explicación sobre la moraleja del mismo.
LOS MONJES Y LA CHICA
Dos monjes estaban peregrinando de un monasterio a otro y durante el camino debían atravesar una vasta región formada por colinas y bosques.
Un día, tras un fuerte aguacero, llegaron a un punto de su camino donde el sendero estaba cortado por un riachuelo convertido en un torrente a causa de la lluvia. Los dos monjes se estaban preparando para vadear, cuando se oyeron unos sollozos que procedían de detrás de un arbusto. Al indagar comprobaron que se trataba de una chica que lloraba desesperadamente. Uno de los monjes le preguntó cuál era el motivo de su dolor y ella respondió que, a causa de la riada, no podía vadear el torrente sin estropear su vestido de boda y al día siguiente tenía que estar en el pueblo para los preparativos. Si no llegaba a tiempo, las familias, incluso su prometido, se enfadarían mucho con ella.
El monje no titubeó en ofrecerle su ayuda y, bajo la mirada atónita del otro religioso, la cogió en brazos y la llevó al otro lado de la orilla. La dejó ahí, la saludó deseándole suerte y cada uno siguió su camino.
Al cabo de un rato el otro monje comenzó a criticar a su compañero por esa actitud, especialmente por el hecho de haber tocado a una mujer, infringiendo así uno de sus votos. Pese a que el monje acusado no se enredaba en discusiones y ni siquiera intentaba defenderse de las críticas, éstas prosiguieron hasta que los dos llegaron al monasterio. Nada más ser llevados ante el Abad, el segundo monje se apresuró a relatar alsuperior lo que había pasado en el río y así acusar vehementemente a su compañero de viaje.
Tras haber escuchado los hechos, el Abad sentenció: "Él ha dejado a la chica en la otra orilla, ¿tú, aún la llevas contigo?".
Un día, tras un fuerte aguacero, llegaron a un punto de su camino donde el sendero estaba cortado por un riachuelo convertido en un torrente a causa de la lluvia. Los dos monjes se estaban preparando para vadear, cuando se oyeron unos sollozos que procedían de detrás de un arbusto. Al indagar comprobaron que se trataba de una chica que lloraba desesperadamente. Uno de los monjes le preguntó cuál era el motivo de su dolor y ella respondió que, a causa de la riada, no podía vadear el torrente sin estropear su vestido de boda y al día siguiente tenía que estar en el pueblo para los preparativos. Si no llegaba a tiempo, las familias, incluso su prometido, se enfadarían mucho con ella.
El monje no titubeó en ofrecerle su ayuda y, bajo la mirada atónita del otro religioso, la cogió en brazos y la llevó al otro lado de la orilla. La dejó ahí, la saludó deseándole suerte y cada uno siguió su camino.
Al cabo de un rato el otro monje comenzó a criticar a su compañero por esa actitud, especialmente por el hecho de haber tocado a una mujer, infringiendo así uno de sus votos. Pese a que el monje acusado no se enredaba en discusiones y ni siquiera intentaba defenderse de las críticas, éstas prosiguieron hasta que los dos llegaron al monasterio. Nada más ser llevados ante el Abad, el segundo monje se apresuró a relatar alsuperior lo que había pasado en el río y así acusar vehementemente a su compañero de viaje.
Tras haber escuchado los hechos, el Abad sentenció: "Él ha dejado a la chica en la otra orilla, ¿tú, aún la llevas contigo?".
Nota: En este cuento se resalta un aspecto del cual suelo hablar en otros artículos, la malicia de ciertos actos muchas veces no está en la mente de la persona que los realiza sino en el corazón de quien los ve.
Además de que solemos llevar cargas que no son nuestras, juzgar y hasta inmiscuirnos en la vida de los demás como si fuera la nuestra.
Además de que solemos llevar cargas que no son nuestras, juzgar y hasta inmiscuirnos en la vida de los demás como si fuera la nuestra.
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Un estudiante de artes marciales fue hasta su profesor y seriamente le dijo, “Soy un devoto al estudiar su sistema marcial. ¿Cuánto tiempo me tomará dominarlo?”. La respuesta del profesor fue improvisada, “Diez años”.
Impacientemente, el estudiante replicó, “Pero quiero dominarlo mucho antes que eso. Trabajaré muy duro. Practicaré a diario, diez o más horas al día si es necesario. ¿Cuánto tiempo tomaría entonces?” El profesor pensó por un momento, “veinte años”.
Nota:
La impaciencia complica básicamente todo aspecto de la vida incluyendo el aprendizaje. Muchas veces esta misma impaciencia o apuro por conseguir las cosas viene de la mano del capricho, la envidia o algún vacío que tenga la persona.
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LA CONFERENCIA DEL MONJE
Cierto día un monje muy famoso por sus discursos, enseñanzas y sabiduría, había sido invitado a dar una conferencia en una muy prestigiosa universidad de la india. La conferencia tenía como tema principal "La búsqueda de la felicidad", como habían varios expositores previos, el curioso monje daba algunas vueltas por el salón mientras los presentes, entre ellos periodistas, profesores y alumnos, escuchaban atentamente el resto de la conferencia.
Como es obvio el curioso monje, siempre muy bien acompañado por su séquito, se dio una vuelta por el banquete que estaba preparado para los invitados para cuando se culminaran las conferencias.
De pronto el monje oye el llamado de su nombre ya que era su turno de exponer. Todos estaban ansiosos y motivados a escuchar las palabras del monje. El presentador dice: "El monje expondrá, en esta conferencia sobre "la búsqueda de la felicidad", el tema: "De que trata la vida".
Acto seguido, el monje sube al púlpito, mira a todos, mientras todos estaban atentos y jubilosos. El monje los miraba atentamente, sorprendido y les preguntó: Con tantos dulces ricos y esos deliciosos jugos y té que tienen en el banquete... Porqué están allí sentados?, soltando una carcajada inmediatamente el monje bajo del púlpito y se dirigió al banquete para terminarse su té.
Nota:
Pues de eso precisamente se trata la vida: de hacer las cosas, no de esperar que alguien te diga que hacer. De disfrutar sin que alguien te diga que puedes o que no puedes disfrutar. De no vivir bajo preceptos establecidos ni bajo reglas obsoletas. La vida se trata de vivir. Es algo más de práctica que de teorías.
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Un estudiante de meditación tibetano, mientras meditaba en su habitación, creía ver a una araña descendiendo en frente de él. Cada día la criatura amenazadora volvía, creciendo más y más cada vez. Tan asustado estaba estudiante, que fue donde su profesor a contarle su dilema. Le dijo que planeaba colocar un cuchillo en su regazo durante la meditación, así cuando apareciera la araña la mataría. El profesor le aconsejó en contra de este plan. En su lugar, le sugirió que trajera un pedazo de tiza a la meditación, y que cuando apareciera la araña, marcara una X en vientre de la araña. Y que luego le contara.
El estudiante volvió a su meditación. Cuando apareció la araña otra vez, se opuso al impulso de atacarla, e hizo lo qué el maestro sugirió. Cuando más tarde fue a contarle al maestro como le había ido, el profesor le dijo que se levantara su camisa y mirara su propio vientre. Ahí estaba la X.
Nota:
Todo está en tu mente, desde los fantasmas que te inculcan desde niño en las peelículas hasta los maléficos demonios en los que te fuerzan a creer en la mayoría de las iglésias. Una frase que siempre mensiono cuando quiero aconsejar a alguien que dice ver cosas malignas es: Desde que no creo en ningúna religión no he vuelto a ver demonios.
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A un discípulo que se lamentaba de sus limitaciones, le dijo el maestro, “naturalmente que eres limitado. Pero ¿no has caído en la cuenta de que hoy puedes hacer cosas que hace quince años te habrían sido imposibles? ¿Qué es lo que ha cambiado?”
“Han cambiado mis talentos”, respondió el monje.
“No, has cambiado tú”, dijo el maestro.
“¿Y no es lo mismo?”, dijo el discípulo.
“No, tú eres lo que tú piensas que eres, cuando cambia tu forma de pensar, cambias tú”.
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CONCENTRACION Y PIEDAD
Un joven, preso de la amargura, acudió a un monasterio en Japón y le expuso a un anciano maestro:
—Querría alcanzar la iluminación, pero soy incapaz de soportar los años de retiro y meditación. ¿Existe un camino rápido para alguien como yo?
—¿Te has concentrado a fondo en algo durante tu vida? —preguntó el monje.
—Sólo en el ajedrez, pues mi familia es rica y nunca trabajé de verdad.
El maestro llamó entonces a otro monje. Trajeron un tablero de ajedrez y una espada afilada que brillaba al sol.
—Ahora vas a jugar una partida muy especial de ajedrez. Si pierdes, te cortaré la cabeza con esta espada; y si ganas se la cortaré a tu adversario.
Empezó la partida. El joven sentía las gotas de sudor recorrer su espalda, pues estaba jugando la partida de su vida. El tablero se convirtió en el mundo entero. Se identificó con él y formó parte de él. Empezó perdiendo, pero su adversario cometió un desliz. Aprovechó la ocasión para lanzar un fuerte ataque, que cambió su suerte. Entonces miró de reojo al monje. Vio su rostro inteligente y sincero, marcado por años de esfuerzo. Evocó su propia vida, ociosa y banal...
Y de repente se sintió tocado por la piedad. Así que cometió un error voluntario y luego otro... Iba a perder. Viéndolo, el maestro arrojó el tablero al suelo y las piezas se mezclaron.
—No hay vencedor ni vencido —dijo—, No caerá ninguna cabeza.
Se volvió hacia el joven y añadió:
—Dos cosas son necesarias: la concentración y la piedad. Hoy has aprendido las dos.
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EL PAIS DE LA RISA.
"Un maestro estaba comunicativo, y por eso sus discípulos trataron de que les hiciera saber las fases por las que había pasado en su búsqueda de la divinidad. Primero, les dijo, fuí conducido de la mano al País de la Acción, donde permanecí una serie de años.
Luego volvió y me condujo al País de la Aflicción, y allí viví hasta que mi corazón quedó purificado de toda afección desordenada.
Entonces fue cuando me vi en el País del Amor, cuyas ardientes llamas consumieron cuanto quedaba en mí de egoísmo.
Tras de lo cual, accedí al País del Silencio, donde se desvelaron ante mis asombrados ojos los misterios de la vida y de la muerte. ¿Y fue ésta la fase final de tu búsqueda? le preguntaron. No, respondió el Maestro..., un día fuí llevado al santuario más escondido del Templo...Y fui conducido al País de la Risa."
Nota:
Personalmente considero que gran parte de las aflicciones y problemas en los que las personas se ven sumergidos es por falta de reir, de disfrutar, de tomarse las cosas con calma y de no tratar de evitar el estrés. Todos pasamos por penumbras, tragédias y dificultades pero todo depende de la cara que le pongamos a las situaciones. No todo lo que nos pasa en esta vida es positivo ni no todo es negativo pero si se puede aprender de todo y tratar de sacarle provecho.
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Un visitante cristiano refería la historia a un monje budista zen acerca de un santo católicoque quería ir a visitar a un amigo suyo que estaba agonizando; pero, como le daba miedo viajar de noche, le dijo al sol, “en nombre de Dios, te ordeno que permanezcas en el cielo hasta que llegue yo a la aldea donde mi amigo agoniza”. Y el sol se detuvo en el cielo hasta que el santo llegó a la aldea.
El maestro budista zen sonrió y dijo, “¿no habría sido mejor que el santo hubiera vencido su miedo a viajar de noche?”.
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A un discípulo que siempre estaba quejándose de los demás, le dijo el Maestro,
”si es paz lo que buscas, trata de cambiarte a ti mismo, no a los demás. Es más fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra”.
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COMO NO SERAS UN BUDA
A la muerte de su maestro, Ba se convirtió en monje peregrino, lo cual significa que no debía pasar más de una sola noche en un mismo sitio. Así estuvo peregrinando, sin morada fija, hasta llegar al monte Heng, en la provincia de Hunan, al sur del gran río Yangtsé.
Cerca de un monasterio solitario, en una roca que le pareció muy a propósito, se hizo una cabaña de ramas y empezó a dedicarse al zazen día y noche, inmóvil como un yogui de la india.
Al otro lado de la misma montaña de Heng vivía Nangaku, discípulo de Eno, el sexto patriarca Zen, desde hacía catorce años. En sus paseos Nangaku se había fijado varias veces en aquel monje inmóvil, haciendo zazen a todas horas, y un día se paró y le dijo:
—¿Qué haces tú ahí?
—Hago zazen —contestó Ba.
—¿Qué quieres conseguir con eso? —preguntó Nangaku.
—Llegar a ser un Buda (iluminado).
Nangaku no dijo nada. Fue a recoger una teja caída del monasterio y empezó a frotarla en una piedra. Ba, viéndole así un rato, dijo:
—¿Qué haces tú ahí?
—Estoy frotando una teja en una piedra.
—¿Para qué? —preguntó Ba.
—Para convertirla en un espejo.
Ba se echó a reír.
Nangaku le dijo entonces:
—Igual de poco te vas a convertir tú en un Buda por sentarte.
Nota
Esta enseñanza va mucho más allá del budismo zen practicado por monjes y discípulos, llega hasta nuestra vida cotidiana. Pretendemos ser, nos etiquetamos y así mismo hacemos con el resto de las personas, pretendemos que sean y las etiquetamos. Lo que somos lo somos por dentro, no por fuera. Como dije el dicho: El hábito no hace al monje.
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EL GRAN MILAGRO
Bankei estaba un día hablando tranquilamente a sus discípulos, cuando su discurso fue interrumpido por un Padre de otra religión. Estos creían en el poder de los milagros y decían que la salvación venía de la repetición de las palabras sagradas.
Bankei se calló y preguntó al Padre lo que quería decir. El Padre comenzó a alardear que el fundador de su religión podía quedar sentado y quieto durante meses, u dejar de respirar durante muchos días, y pasar por el fuego sin quemarse.
El Padre preguntó, "¿qué milagros puede hacer usted?".
Bankei contestó sonriendo: "Bueno, yo como cuando tengo hambre y bebo cuando tengo con sed".
Nota
Para culminar esta primera entrega de cuentos e historias relacionadas con las enseñanzas del budismo zen debo decir que así nos enseñan, generalmente, en la sociedad y en las religiones. Que las personas para ser líderes espirituales deben realizar grandes prodigios y milagros. Que alguien especial es aquel que hace maravillas y supera a los demás por sus super cualidades mágicas y ecepcionales. Pues mi respuesta es la siguiente: Todos somos iguales, tenemos prácticamente la misma capacidad de desarrollar diferentes cualidades y todos nacemos, crecemos y morimos, sin ecepciones.
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